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DIARIO TRIBUNA

Interviene ProFeCo por agresión a periodista

Interviene ProFeCo por agresión a periodista

(Actualización)

 Se llevó a cabo la comparescencia, donde el propietario del establecimiento comercial señalado y su apoderado legal ofrecieron un "informe" mentiroso que se agregó al expediente pero se derrumbó en su propia falsedad y concluyó con disculpas amplias al quejoso director de TRIBUNA, como se expresa en el documento rubricado por ante el subdelegado Víctor Manuel Rojas Utrera y el director de servicios Santiago Guadalupe Gómez Ortiz.

La anécdota es que cuando iniciaba la audiencia ocurrió el sismo de 6.5 grados richter que remeció a prácticamente todo centroamérica y centro de México

https://ibb.co/mbnkxQt    

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El 23 de Noviembre del recien concluído 2018, el director de este medio de comunicación fue agredido al interior y exterior de un establecimiento comercial.

Como primera instancia legal se ha acudido ante la Procuraduría Federal del Consumidor, y esta institución de defensa de los derechos del consumidor ya estableció protocolos conforme a su normatividad, fijando para las 10 horas del viernes 1 de febrero del año en curso la primera comparescencia ante el subdelegado en Xalapa, Víctor Manuel Rojas Utrera.

En este lugar ocurrió la agresión: https://ibb.co/9n5DGP3 

A continuación el texto que cuenta los hechos: 

 

          “Procuraduría Federal del Consumidor

Presente.

Les escribe Martín Serrano Herrera, periodista de Veracruz, para interponer Queja, Denuncia o Acusación --por negación de servicio; negativa a entregar recibo, factura o nota de venta; discriminación; ataques físicos y verbales; más los que resulten-- contra el propietario, apoderado legal, representante o encargado, así como personal del establecimiento de internet, impresiones y fotocopiado, denominado Horus, que se ubica en la calle Loma Los Carriles número 36-B, de la colonia Lomas Verdes, en la ciudad de Xalapa, Veracruz.

Debo puntualizar que los hechos que a continuación narro impactan fuertemente en mi actividad profesional y devienen en significativos perjuicios y daños en mi agravio, así como me han provocado un notorio desgaste físico/mental.

Acaecieron estos hechos, continuados a la fecha y por lo que vengo a solicitar la intervención de ustedes como instancia defensora de los derechos del consumidor, desde el 23 de noviembre del año en curso, aproximadamente a las 19:20 horas, dentro y en inmediaciones del establecimiento Horus precitado, cuando acudí a ese lugar para solicitar una impresión blanco y negro en hoja tamaño carta, de un texto relacionado con mi trabajo de comunicador.  Es importante subrayar que ni en ese sitio u otro, o en distinto momento o circunstancia, he ostentado mi actividad periodística por la circunstancia que fuere y siempre me conduzco franco pero enfáticamente respetuoso hacia los demás. Mantengo un bajo perfil permanentemente, en razón del ambiente general en que se lleva a cabo mi labor y que es ampliamente sabido.

Es el caso que, al pedir el servicio de impresión en la fecha y hora referida, me fue indicado que mi trabajo lo enviara “a la impresora” desde una desvencijada y prácticamente obsoleta computadora instalada en una de las desarregladas e insalubres casetas o cubículos ex profeso al interior del inmueble, el cual regularmente es copado por el ruido de “maquinitas” en las que niños y púberes dan rienda suelta a su adicción ahí mismo. El documento en blanco y negro fue impreso, habiendo tardado aproximadamente dos minutos en enviarse el archivo a la impresora debido a la lentitud del equipo de cómputo; la persona que me había dado las indicaciones y a quien Yo jamás había visto en ese lugar ni en otra parte, deliberadamente hacía tiempo y terminó por tasar en nueve pesos la impresión dicha, precio que me pareció excesivo pero liquidé sin reclamaciones y salí del lugar no sin antes obtener su negativa de entregarme factura, nota de venta o recibo que documentara el abusivo cobro que me había realizado.

Cuando Yo había avanzado un tramo sobre la acera, rápidamente pues tenía prisa a la que se añadía el tiempo desperdiciado en la espera del cobro y la tardada impresión, de pronto sentí un fuerte jalón a mi ropa por la espalda y capté gritos destemplados cerca de mi oreja izquierda, volteando instantáneamente y mirando en ese momento que tenía prácticamente encima de mí a la misma persona que me había cobrado abusivamente, atacándome con sus manos y gritando demencialmente: “¡…pinche viejo rata, ves a pagar los tres pesos, anda, órale, órale, órale, apúrale y camina, pinche viejo rata…!”

Absolutamente sorprendido, al momento intenté requerirle a mi atacante una explicación de su proceder pero no fue posible, debido a que tal persona actuaba irracionalmente y convocaba a varios niños y jovenzuelos que estaban inmersos en su adicción a videojuegos dentro del establecimiento mencionado, azuzándolos para que corearan los mismos gritos en mi contra y se abalanzaran todos sobre mí, con lo cual magnificó el inusitado evento.

Mientras numerosas personas en el área atestiguaban el pobre espectáculo, y que a la postre hacen escarnio de mí pues la mayoría me conoce desde hace años, la persona que me atacaba tronaba las “yemas” de sus dedos apurándome, y gritoneaba: “¡a pagar maldito viejo rata… eres de la prensa maldito viejo rata… por eso estás en la internet de la “marcha”… órale… ahí todo feo en la página lo que eres… te conozco de la prensa… estás en la “marcha” de internet… aunque no me digas yo sé que eres periodista de la prensa y estás en su página de la “marcha”… de internet… miren, es periodista… a mí me vale… por eso los matan...!”, palabras a toda voz que no me parecieron altisonantes pero sí altamente ofensivas, graves por lo que implican, considerándolas una descomunal incitación al delito, y a la sazón agraviantes.

Obviando mis prisas, infructuosamente hice intentos de invitar a la persona atacante a ir de vuelta al establecimiento para que me precisara sus dudas o reclamos, pero me bloqueaba el paso con su cuerpo a cada movimiento que Yo intentaba, provocándome sin éxito a tener una reacción violenta. Con sus expresiones insidiosas y persistentes, y hasta este día aún sin conocer Yo sus motivaciones, me dejó claro que aludía a una publicación que me agravia y permanece en la Web, misma que oportunamente denuncié ante la Procuraduría General de la República. “¡Eres pinche rata periodista… ahí lo dice en la “marcha”… órale… ni me digas… yo sé… ya te he visto… más grandes… no me importa… órale!”, insistía.

Tras varios minutos de obstaculizarme la libre circulación y estarme gritoneando esa persona en la vía pública y manoteando para rasguñarme, sin que lograra esto último, como pude escapé replegado contra pared en dirección al señalado establecimiento denominado Horus y nuevamente dentro de éste, afectado por el incidente solicité el nombre del propietario y que la persona atacante me explicara de qué era su reclamo ejecutado frente a numerosas personas que se detuvieron para observar y que también lo hizo azuzando contra mí a los niños y demás adictos a videojuegos o “maquinitas” ya citados, así como que en ese acto se me otorgara el recibo de pago, nota o factura antes solicitados, resistiéndose a ello la persona atacante y añadiendo en ese momento más imputaciones falsas al tiempo que me retenía con su actuar pendenciero y revoltoso, por describirlo de alguna forma; hasta que quizá se aburrió o satisfizo en su enfermo proceder y tras entregarle Yo otra moneda de cinco pesos me pude retirar todo abochornado, siendo al pasar por unos establecimientos cercanos a ese multi señalado comercio que constaté cómo se reían de mí y murmuraban otras personas que no había Yo visto, lo mismo que en un paradero de transporte público próximo al lugar donde más conocidos míos y otros me hicieron destinatario de burlas nada gratas. Al cabo de los días el escarnio sigue y se ha extendido.

Mal de salud como consecuencia del infame rato descrito, al día siguiente fui al lugar señalado tratando de localizar al propietario. Ya no estaba la persona que me atacó sino otra mujer, quien mencionó que habían sido dadas instrucciones de que me fuese negado “el servicio” en ese establecimiento comercial, y después de insistirle obtuve un dato que me llevó hasta “Alejandro” quien, el 13 de este mes a las nueve y media de la mañana, presentándose como propietario del Horus mencionado y “otros en otras colonias”, llegó a las oficinas de mi periódico en el Centro de la ciudad “para platicar”, y tras pretender intimidarme presumiendo que está protegido por abogados “hasta en la familia” y que es “cadete egresado con el grado de teniente”, oyó exactamente la misma versión de los hechos que a ustedes relato y coincidió en que se trató del algo inusitado, “un exceso” censurable y sancionable, toda vez que está enterado de que he sido cliente de su negocio durante “diez años más o menos”. Sostuvo que “me conoce” por haber visto en la internet “publicaciones que hablan” de mí, y porque ahí en el edificio donde están las oficinas de mi medio de comunicación y que conversábamos él tiene “una amiga”.

Percibí que desde el inicio, dentro de mi oficina y sin mi consentimiento, “Alejandro” grababa la charla y tomó video, por lo que al sentirse descubierto intentó escabullirse arguyendo supuesta prisa de “ir al taller por el auto que tiene una pequeña fallita”; empero, hice como que no me había dado cuenta y el encuentro continuó. Me dijo que “para la otra” mejor haga Yo las impresiones en mi casa y que no pase por su establecimiento, arrogándose facultades que en otra situación hubiesen provocado carcajadas.

Reveló que en sus computadoras tiene instalados programas cibernéticos que espían la actividad de los usuarios y que éstas son operadas a distancia, por lo que puede alterar tiempos a mayor o menor “según el cliente que toque”, pero que a cada usuario o cliente se le otorgan “cinco o seis minutos de tiempo gratis cuando manda impresiones, para reconocerle algo por el atraso de las máquinas”.

De pronto “Alejandro” giró la plática y empezó a culpar de todo lo ocurrido a “Viviana” quien, insistió, es sólo una empleada que hace medio año recontrató, que ya le había abandonado el empleo, con la cual ha tenido “fuertes agarrones por su carácter”, y quien “es muy necia y mula”.

En todo momento trató de cargar a “Viviana” la responsabilidad del ataque en mi contra así como sus consecuencias, acusándola también de “ponerse de acuerdo” con el resto del personal para decir que Yo les había faltado al respeto en otras fechas que, aceptó, ni él ni ella podrían precisar --toda vez que no es verdad--,  y siguió hablando con simulada “confianza” hasta que acabó por confesar que al recibir el “inmediato reporte” y versión de mi atacante que es empleada suya “pues no la voy a correr”, y pese a ser advertido por vecinos que presenciaron los hechos de que “la muchacha se pasó, de veras”, en mi agravio como ya he descrito, él ordenó que me fuese impedida la entrada a su establecimiento y me negaran “cualquier tipo de servicio” como cliente en su comercio, y alentó a que mi “fotografía sacada de video” fuese distribuida masivamente para que todos me “conocieran”, tarea que, admitió, llevaron a cabo “en varios lugares”.

Le comenté a “Alejandro” la pertinencia de una disculpa a mi persona en la misma forma que fue distribuida mi fotografía, y en el mismo lugar del incidente que me resulta de paso cuando transito por ese rumbo de la ciudad, a lo cual se mostró de acuerdo y me pidió “sólo un rato para ver en qué forma y cómo se redacta”, dando Yo por zanjado el tema si así ocurría y le patenticé mis respetos; sin embargo…

Sin embargo no hubo disculpa y sí otro miserable ataque a mi persona e imagen y reputación al encontrar, hoy mismo sobre equipamiento urbano ubicado no lejos del señalado establecimiento, una fotografía que corresponde a mi rostro y la leyenda: “konozca biejo rrata periodizta”, lo cual, como es lógico, además de alterarme y ofenderme en demasía me lleva a inferir que es extensión de los hechos descritos y que pudiese provenir:

a)     del “Alejandro” que se dice propietario, o…

b)     de la empleada que el mismo “Alejandro” identificó como “Viviana”, o…

c)      por instigación o consentimiento de dicho empleador, o…

d)     de los mismos maltratadores atrincherados en el señalado establecimiento que a ojos vista despliega sinnúmero de irregularidades o deficiencias en su funcionamiento, operación y servicio al usuario o cliente, o…

e)      de alguna o algunas de las numerosas personas que me conocen y no tuviera Yo su estima, que enteradas o testigo/s del vergonzoso y condenable incidente narrado pudieran haber visto ocasión para causar más daño;

f)       o… en el último de los casos, de alguien que sin Yo conocerle pues el abanico de personas que me conocen por mi trabajo o desempeño es muy amplio, quisiera afectarme y aprovechara la situación; lo cual me llega a parecer hasta improbable pero no lo descartaría.

Por lo que al respecto reservo mi derecho de querellarme o demandar en la vía legal pertinente; en tanto que la pronta intervención de ustedes como instancia de defensa de los derechos del consumidor --ante este llamamiento, Queja, denuncia o acusación-- se estima de singular importancia, así como urgente y necesaria.

Destaco que antes no formalicé la Queja, denuncia o acusación que se impone, por tratar de evitar el desgaste que supone y todavía esperando del multi citado “Alejandro” la disculpa a la que se comprometió el día 13, cuando platicamos en mis oficinas del edificio ubicado en la calle Rafael Lucio número 1, del Centro de esta capital veracruzana. Hoy, ante el deleznable hecho descrito, procedo.

 Cabe mencionar que, a mediodía del 19 del mes en curso, me presenté ante la subdelegación de la Procuraduría Federal del Consumidor en esta capital veracruzana para enterarlos de los hechos acaecidos hasta ese momento, siendo informado de que ha cambiado el procedimiento de Quejas y que estas deben ser formuladas a través del número telefónico 01800 468 8722, lo que me pareció una limitante para la descripción de los sucedidos toda vez que la atención presencial nunca podrá ser igual a lo virtual. De igual manera me enteré de la opción de presentar anónimamente mi Queja, denuncia o acusación, lo cual desestimo rotundamente pues considero que de esa forma cualquiera puede lanzar imputaciones a diestra y siniestra con propósito de afectar y sin el necesario aporte de probatorias, dañando a los demás impunemente.

En mi caso demando que esta instancia me identifique en sus actuaciones y proceda en consecuencia contando conmigo plenamente para la aportación de los elementos que estime necesarios, quedando a sus órdenes el suscrito.

Atenta y respetuosamente

Xalapa de Enríquez Veracruz. Lunes 31 de diciembre del 2018

Martín Serrano Herrera

Ccp/ Opinión Pública


concluyó

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