Durante milenios los seres humanos han evolucionado, distanciándose de los demás animales que se guían sólo por instinto y algunos sentidos.
En ese proceso la especie ha olvidado de dónde viene, pero la naturaleza se ha encargado del asunto alojándole en lo mas recóndito a cada individuo su condición primigenia, misma que eventualmente brota revirtiendo al individuo en la bestia que niega ser.
Tangible, la ignorancia incuba todos los males que aquejan a la humanidad, y los hechos lo confirman.
El más vivo se come al siguiente, y así la humanidad sigue avanzando y la evolución no se detiene.
Y sobre mentiras colosales sucesivamente han sido encauzadas culturas de avanzada.
Al parecer así sucedió hace mil años en México, y la subyugación se tornó antropológica.
QUETZALCÓATL ERA UN PRISIONERO EN FUGA DE GROENLANDIA, PERO NO VIVIÓ EN NOPALTEPEC!
Esa es una Tesis que desde el año 2005 con su best seller promueve la escritora canadiense Lucie Dufresne, quien noveladamente advierte que la estupidez mexica rebasó el tamaño del Universo, y persiste hasta nuestros días
Quetzalcóatl en realidad fue un vikingo arrojado por un ciclón hasta los ahora Estados Unidos Mexicanos.
Y la divinidad de Hernán Cortés no fue más que el autoengaño de los aborígenes, de acuerdo con Quetzalcóatl. El hombre huracán, un texto basado en investigaciones rigurosas efectuadas por la autora.
Según Lucie Dufresne, Quetzalcóatl fue hallado por los toltecas, se radicó en El Tajín, y se re-estableció en Chichen Itzá.
En calidad de Dios, Quetzalcóatl anduvo por todas partes.
Mil años después esa farsa se adiciona a otras mentiras plasmadas en los libros de texto gratuito que se distribuyen a los educandos de este país, donde la ignorancia no conoce barreras y a pedacitos es entregado al profano.
Los seres humanos siguen evolucionando, y las mentiras también.
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